“El arte es una amante celosa”. Ralph W. Emerson, (1803-1882). Poeta y pensador estadounidense.
El Arte es un concepto subjetivo. A lo largo del tiempo se han dado diversas definiciones de arte que encuadran conceptos como el de razón, estilo, belleza, verdad, genio… Lo que unifica al concepto es que el arte ha sido desde su nacimiento, uno de los principales canales de expresión del ser humano del que se vale para expresar sus ideas, sus sentimientos, su interacción con el mundo que le rodea.
Generalmente es entendido como una actividad realizada por el ser humano cuya finalidad puede variar en función del contexto en el que se realiza la obra. Se considera un componente de nuestra cultura pues el arte nos transmite unas ideas y unos valores que son inherentes a la misma.
En el proceso de desarrollo desde la antigüedad hasta nuestros días, el arte ha encontrado y se ha valido de diferentes formas para expresar la realidad como la arquitectura, la pintura, la escultura, la literatura, el cine, el teatro, la música, la danza, etc.
¿Pero en realidad el arte es un producto humano? Observemos las imágenes que mostramos a continuación.
Parque Geológico Zhangye Danxia, en China (izq.) y Ausangate, Perú (dcha.).
Estas dos “obras” parecen realizadas por la mano del hombre, sacadas de su paleta para exponerse en los museos más prestigiosos del mundo, pero en realidad no lo son. Son creaciones de la naturaleza cuyos colores son fruto de los depósitos minerales acumulados durante años con los que nos deleita y agudiza nuestros sentidos.
A veces, la naturaleza nos presenta su cara menos amable a través de fenómenos naturales que no podemos controlar, terremotos, inundaciones, avalanchas, desprendimientos y/o deslizamientos de tierra, entre otros.
Los deslizamientos de ladera o taludes se han producido desde siempre tanto en zonas habitadas por el ser humano como no habitadas. En función de la orografía y el lugar en que se producen, los deslizamientos y desprendimientos rocosos pueden ser más o menos perjudiciales para el ser humano. Así, teniendo en cuenta todos los lugares posibles en que podría aterrizar una roca en zonas donde predomina una orografía abrupta y de altos acantilados, la proporción de que todos estos lugares estén ocupados por personas es muy pequeña. Aun así, han ocurrido desgracias a personas (turistas) que visitaban este tipo de entorno en un momento determinado.
Frente a una naturaleza apacible donde el arte ha plasmado grandes obras, encontramos que el arte también ha querido reflejar e inmortalizar este fenómeno natural de los deslizamientos de ladera, y/o desprendimientos de roca, en los que el hombre sufre sus consecuencias de manera muy directa.
Fotografía de un campo de amapolas natural (izq.) y Las Amapolas de Argenteuil Claude Monet, realizado en torno a 1873 (dcha.).
Deslizamiento de Goldau de 1806 en Rossberg (Winterthur), Cantón de Suiza de Keller (izq.) y Goldau de 1843 de William Turner (dcha.).
En los ejemplos anteriores observamos dos vistas de la naturaleza totalmente antagónicas como también lo son sus autores. Por un lado, os mostramos una tarde apacible en un campo de amapolas y, en contraposición a esta imagen, presentamos la inmortalización de un deslizamiento de ladera real ocurrido en Goldau (Suiza) en 1806.
Tanto el francés Claude Monet (Impresionismo) como el inglés William Turner (Romanticismo) supieron plasmar en sus paisajes dos concepciones diferentes destacando normalmente lo apacible en Monet y lo sublime en Turner, destacando este último fundamentalmente por su predilección ante los fenómenos naturales como tormentas, la niebla, el fuego, o en el caso que nos ocupa, un deslizamiento de tierra. Sus paisajes provocan un estado de sobrecogimiento en el espectador que unido al cromatismo y la luminosidad empleada, no podemos emplear otro adjetivo que no sea el de “genial”.
En la imagen de Turner, el cielo rojo se puede considerar como un símbolo de la destrucción del pueblo. Las grandes rocas depositadas en primer plano, son fruto del gran deslizamiento de tierra que soportó la población. En dicho plano aparecen representadas un pequeño grupo de personas, quizá los supervivientes de esta tragedia. Pero sin duda, donde mejor se aprecia el origen del deslizamiento es en la gran masa de material que se observa directamente detrás de la iglesia.
Pero no solamente la pintura ha querido inmortalizar estos fenómenos naturales o provocados por el hombre. También la escultura nos deja ejemplos, como los mostrados a continuación, donde podemos apreciar la pequeñez del ser humano ante la fuerza de la naturaleza.
Rock Fall (1978) de Diego Latella en La Trobe University en Melbourne, Australia (izq.) y Landslide, escultura de Derick Malkemus (dcha.) en Chicago, Estados Unidos.
En la literatura también aparecen alusiones a deslizamientos de laderas o desprendimientos rocosos como en la novela “Derborence” de Charles Ferdinanz Ramuz, cuya evento real trataremos en nuestra próxima entrada. Relata la historia de un desprendimiento que tuvo lugar en un pastizal suizo de alta montaña que ocupa una de las cuencas más elevadas del macizo de Diablerets (montañas del diablo llamadas así por la superstición de los lugareños), sometido a condiciones extremas en invierno y en verano se aprovechaban los pastos para el ganado. Así como las peripecias de su protagonista (un pastor) que quedó sepultado por el desprendimiento de la ladera y consiguió salvar su vida.
La historia queda dividida en dos partes: la primera relata el desprendimiento, la fuerza de la naturaleza, y la segunda el retorno a la vida por parte del protagonista y único superviviente de esta catástrofe.
Muchas de las grandes obras literarias se han llevado al cine y con los recursos de que dispone en cuanto a efectos visuales, han generado auténticas maravillas. Tal es el caso de otras obras escritas más conocidas como por ejemplo en Juego de Tronos, Canción de hielo y nieve de G.R.R. Martin, cuando Ned Stark cruza las Montañas de la Luna, se describe lo peligrosa que es la ruta por la cantidad de desprendimientos rocosos que ocurren.
Imagen de las Montañas de la Luna de Juego de Tronos.
En la versión cinematográfica de Peter Jackson, El Señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, observamos este fenómeno cuando La Compañía atraviesa el Paso de Caradhras y la montaña hechizada les impide pasar por el desprendimiento de rocas y nieve.
Monte Cook, Nueva Zelanda. Escenario real en el que se rodaron la escena de Caradhras y el Paso del Cuerno Rojo.
Y es que Tolkien, que recopiló muy bien gran parte de la mitología nórdica, menciona en El Hobbit a unos gigantes de roca que pelean entre sí y en la trilogía cinematográfica del mismo nombre se incluye un apasionante pasaje donde vemos un impresionante desprendimiento que nos hace agarrarnos a nuestra butaca porque para eso es el ¡¡CINE!! para impresionarnos y dejarnos sin palabras…
Os dejamos un enlace, porque merece la pena verlo.
También se han creado películas con el trasfondo de los deslizamientos de ladera, pero marcando siempre el aspecto humano, como es el film que describe el famoso suceso de la presa de Vajont – La diga del disonore, (2001), del que se hablará más adelante.
La animación (en este caso los dibujos animados) y el cómic, también han hecho su aportación en el tema de desprendimientos y deslizamientos rocosos. Por ejemplo no hay que olvidar la gran creación de El coyote y Correcaminos, mic mic 🙂 en el que el pobre coyote siempre acaba mal parado debido a la astucia del correcaminos. Os dejamos un video para que disfrutéis de ellos sin perder de vista los desprendimientos de piedra jeje.
En cuanto al cómic destacar la entrega Nº2 de El Mercenario: La fórmula, en el que un desprendimiento de piedras obstaculiza el paso de uno de los protagonistas.
La música también se ha servido de los deslizamientos de tierra pero de una manera más idílica y metafórica como es el caso de la canción que os dejamos a continuación y que sirve de cierre de nuestra entrada, una preciosa balada de Stevie Nicks.
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