Contrafuerte y arbotante también en el medio natural.

Si miramos a nuestro alrededor a lo largo de un viaje que estemos realizando en un medio de transporte, si es un transporte privado siempre siendo el acompañante 😉 , podemos distinguir diferentes soluciones a los problemas de desprendimientos.  En una escapada a la naturaleza para disfrutarla y hacer una ruta de senderismo un fin de semana libre, podríamos toparnos también con diferentes tipos de actuaciones. Y es que debido tanto a la actividad humana en el medio como a causas naturales, no es extraño encontrarnos diferentes tipos de sostenimientos en laderas naturales o taludes construidos.

Si somos un poco observadores incluso podemos contemplar que los elementos de sostenimiento han evolucionado de una manera u otra para hacer que su función perdure en el tiempo. Por ejemplo, el uso del contrafuerte y del arbotante en su caso, se han empleado también como contención en lugares naturales.

El contrafuerte es un elemento arquitectónico cuya finalidad consiste en reforzar el muro al que va adosado. Su función es contrarrestar los empujes de otros elementos constructivos tales como bóvedas, cubiertas o arcos de los que hablaremos en entradas posteriores. Por tanto, los contrafuertes fortalecen el muro y reparten los empujes proporcionando una mayor estabilidad. También soportan empujes provenientes de las laderas en las que funcionan como sostenimiento y evitando así la caída del material.

Este sistema de refuerzo es muy antiguo, se comenzó a utilizar en la antigua Mesopotamia, de donde probablemente lo heredarían los romanos alcanzando con ellos un alto desarrollo técnico. Los primeros contrafuertes se realizaban mediante la superposición de sillares.

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Ejemplo de contrafuertes en la arquitectura mesopotámica, ciudad de Ur (izquierda) y ejemplo de contrafuertes en el Palacio de Mari en la actual Siria (derecha).

La arquitectura en Mesopotamia, está muy condicionada por el medio físico. Al ser una zona sedimentaria y pantanosa la piedra escasea y el material empleado fundamentalmente es el adobe que consiste en una masa de barro (arcilla y arena) mezclada con paja. Se moldeaba en forma de ladrillo y se dejaba secar al sol. Debido a las características de su situación geográfica, todos los edificios relevantes se alzaban sobre un pódium para preservarlos de la humedad. Es característico el uso de escalinatas y rampas.

El zigurat es la principal construcción de esta civilización y es un templo de origen sumerio y asirio. Consiste en una torre piramidal y escalonada de base cuadrada y con terraza, muros inclinados y soportados por contrafuertes revestidos de ladrillo cocido y pilastras, que culmina en un santuario o templo en la cumbre, al que se accede a través de una serie de rampas.

Cabe destacar como culmen de este desarrollo técnico romano la Basílica de Majencio, situada en el foro de Roma. Era considerado uno de los edificios romanos más importantes destinado a la administración de justicia y a los tratos comerciales. Se inició en el año 306 d.C. bajo el mandato del Emperador Majencio, pero no fue terminada hasta el 312 d.C. con Constantino. Su estructura, formada por tres naves; una central y dos laterales, fue tomada para la construcción de las primeras iglesias cristianas.

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Ruinas de la Basílica de Majencio, Abraham Louis Rudolph Ducros, 1779 (izquierda) y reconstrucción del diseño original con indicación de los contrafuertes que soportaban las bóvedas de la nave central (derecha). Roma, Italia.

Su mayor desarrollo se produce en la época medieval en el románico (siglos XI-XII) y posteriormente en el gótico (finales del siglo XII hasta el XV) en nuestro Occidente. La mayor parte de edificios que se conservan de esta época son iglesias.

En el Románico, al sustituir las cubiertas de madera por bóvedas de cantería debido a los habituales incendios, se necesitaba reforzar los muros que recibían estas cargas mayores y de diferente dirección, mediante el uso de contrafuertes.

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Contrafuertes en la cabecera de la iglesia del Monasterio de Fitero, Navarra, SXII (izquierda) y San Martín de Frómista, Palencia (derecha), ambos ejemplos en España.

En la arquitectura gótica, el nuevo sistema arquitectónico lleva parejo una reinterpretación de las estructuras.  El auge de este nuevo estilo se vincula con el crecimiento de nuevas y antiguas ciudades, verdaderos focos políticos, comerciales, poblacionales, religiosos y artísticos, en los que se desarrollará la máxima expresión del arte gótico: la Catedral.

La Catedral era considerada la Casa de Dios e imagen de la Jerusalén Celeste. Debía ser la morada divina, el mismo cielo, y el modo de representarlo simbólicamente era mediante las mayores aperturas posibles de luz. Esto conlleva la creación de grandes vanos en los muros donde se dispondrán preciosas vidrieras que dejarán pasar la luz tamizada al interior, dando esa sensación de recogimiento espiritual y el simbolismo propio de esta época.

Se produce un aumento de altura de los edificios en un deseo de alcanzar la bóveda celeste y esto desde el punto de vista estructural produce unos empujes laterales considerables. Por ello la necesidad de cargar todo el peso de la estructura sobre unos esbeltos contrafuertes. Esto conlleva utilizar un nuevo elemento constructivo: el arbotante, es un elemento estructural exterior con forma de medio arco que recoge la presión en el arranque de la bóveda y la transmite a un contrafuerte adosado a un muro de una nave lateral.

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Basílica de la Asunción de Nuestra Señora de Lequeito, Vizcaya, España.

Estos sistemas de refuerzo (contrafuerte y arbotante) que se generalizaron sobre todo en época medieval como hemos indicado anteriormente, se han mantenido como elemento arquitectónico en periodos posteriores: renacimiento, barroco,…. hasta la actualidad.

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Ábside de la iglesia mudéjar (S. XIII) San Salvador, Cuellar, Segovia, (España) reforzado con arbotantes tras una remodelación barroca en el interior (S. XVII).

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Arbotantes en la Portada de la Pasión, Templo expiatorio de la Sagrada Familia, Barcelona (izquierda) y Museo Príncipe Felipe, Valencia (derecha). España.

Hasta hace relativamente poco tiempo, el uso del contrafuerte y del arbotante se utilizaba como sistema de sostenimiento en lugares naturales. Se construían adosados a una ladera o a un talud susceptible de desprendimientos para evitar daños materiales y personales.

En la imagen que mostramos a continuación presentamos un ejemplo de contrafuerte en la Presa de El molinar, en Villa de Ves, Albacete, España, y un detalle del mismo. Si recordamos nuestra entrada ¿Sostenimientos?, ¿Qué es eso? ya mencionamos el contrafuerte como sostenimiento.

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Con el paso del tiempo y el avance tanto en técnica como en tecnología, estos sistemas de sostenimiento serán reemplazados por otros más efectivos acorde a la aparición de nuevos materiales, como venimos contando en el blog.

El contrafuerte se ha usado, y se usa, desde la antigüedad no solamente para contener los empujes de una obra arquitectónica o del terreno, también contienen el agua, como veremos en próximas entradas.

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Presas de contrafuertes de Proserpina (izquierda) y Alcántara (derecha), Extremadura, España.

A veces la naturaleza nos sorprende como en el caso de la Playa de las Catedrales en Galicia, España, donde en sus increíbles acantilados erosionados, por el paso del tiempo, a modo de arcos se presentan unos impresionantes arbotantes que nos recuerdan los de estilo gótico que hemos relatado.

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El arte, también ha representado estas formas arquitectónicas que caprichosamente la naturaleza ha dibujado. En la imagen izquierda os presentamos Étretat. El acantilado de Aval (Francia), de Eugène Boudin (1890), que podemos disfrutar en la colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo en el Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid, España.

A la derecha, la imagen real.

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Otras veces, la mano del hombre intenta emular esta naturaleza a través de sus obras arquitectónicas, es el caso de Antonio Gaudí, quien con su arquitectura orgánica creó un espacio maravilloso y único en la ciudad de Barcelona (España), el famoso Parque Güell.

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En la imagen anterior vemos una fotografía de la época, que nos muestra una vista parcial del conjunto, y a su lado la imagen del largo pórtico que se adosa a un muro de contención y cumple a su vez, tanto la función estructural, funcionando como arbotante, como la estética, dotando al conjunto de un aspecto completamente integrado en la naturaleza.

 

Lecturas recomendadas. Si quieres saber más sobre la luz y su simbolismo en el gótico os recomendamos la lectura del libro: La luz, símbolo y sistema visual, Víctor Nieto Alcaide. Editorial, Cátedra.

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Naturaleza y Arte.

“El arte es una amante celosa”. Ralph W. Emerson, (1803-1882). Poeta y pensador estadounidense.

El Arte es un concepto subjetivo. A lo largo del tiempo se han dado diversas definiciones de arte que encuadran conceptos como el de razón, estilo, belleza, verdad, genio… Lo que unifica al concepto es que el arte ha sido desde su nacimiento, uno de los principales canales de expresión del ser humano del que se vale para expresar sus ideas, sus sentimientos, su interacción con el mundo que le rodea.

Generalmente es entendido como una actividad realizada por el ser humano cuya finalidad puede variar en función del contexto en el que se realiza la obra. Se considera un componente de nuestra cultura pues el arte nos transmite unas ideas y unos valores que son inherentes a la misma.

En el proceso de desarrollo desde la antigüedad hasta nuestros días, el arte ha encontrado y se ha valido de diferentes formas para expresar la realidad como la arquitectura, la pintura, la escultura, la literatura, el cine, el teatro, la música, la danza, etc.

¿Pero en realidad el arte es un producto humano? Observemos las imágenes que mostramos a continuación.

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Parque Geológico Zhangye Danxia, en China (izq.)  y Ausangate, Perú (dcha.).

Estas dos “obras” parecen realizadas por la mano del hombre, sacadas de su paleta para exponerse en los museos más prestigiosos del mundo, pero en realidad no lo son. Son creaciones de la naturaleza cuyos colores son fruto de los depósitos minerales acumulados durante años con los que nos deleita y agudiza nuestros sentidos.

A veces, la naturaleza nos presenta su cara menos amable a través de fenómenos naturales que no podemos controlar, terremotos, inundaciones, avalanchas, desprendimientos y/o deslizamientos de tierra, entre otros.

Los deslizamientos de ladera o taludes se han producido desde siempre tanto en zonas habitadas por el ser humano como no habitadas. En función de la orografía y el lugar en que se producen, los deslizamientos y desprendimientos rocosos pueden ser más o menos perjudiciales para el ser humano. Así, teniendo en cuenta todos los lugares posibles en que podría aterrizar una roca en zonas donde predomina una orografía abrupta y de altos acantilados, la proporción de que todos estos lugares estén ocupados por personas es muy pequeña.  Aun así, han ocurrido desgracias a personas (turistas) que visitaban este tipo de entorno en un momento determinado.

Frente a una naturaleza apacible donde el arte ha plasmado grandes obras, encontramos que el arte también ha querido reflejar e inmortalizar este fenómeno natural de los deslizamientos de ladera, y/o desprendimientos de roca, en los que el hombre sufre sus consecuencias de manera muy directa.

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Fotografía de un campo de amapolas natural (izq.) y Las Amapolas de Argenteuil Claude Monet, realizado en torno a 1873 (dcha.).

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Deslizamiento de Goldau de 1806 en  Rossberg (Winterthur), Cantón de Suiza de Keller (izq.) y Goldau de 1843 de William Turner (dcha.).

En los ejemplos anteriores observamos dos vistas de la naturaleza totalmente antagónicas como también lo son sus autores. Por un lado, os mostramos una tarde apacible en un campo de amapolas y, en contraposición a esta imagen, presentamos la inmortalización de un deslizamiento de ladera real ocurrido en Goldau (Suiza) en 1806.

Tanto el francés Claude Monet (Impresionismo) como el inglés William Turner (Romanticismo) supieron plasmar en sus paisajes dos concepciones diferentes destacando normalmente lo apacible en Monet y lo sublime en Turner, destacando este último fundamentalmente por su predilección ante los fenómenos naturales como tormentas, la niebla, el fuego, o en el caso que nos ocupa, un deslizamiento de tierra. Sus paisajes provocan un estado de sobrecogimiento en el espectador que unido al cromatismo y la luminosidad empleada, no podemos emplear otro adjetivo que no sea el de “genial”.

En la imagen de Turner, el cielo rojo se puede considerar como un símbolo de la destrucción del pueblo. Las grandes rocas depositadas en primer plano, son fruto del gran deslizamiento de tierra que soportó la población. En dicho plano aparecen representadas un pequeño grupo de personas, quizá los supervivientes de esta tragedia. Pero sin duda, donde mejor se aprecia el origen del deslizamiento es en la gran masa de material que se observa directamente detrás de la iglesia.

Pero no solamente la pintura ha querido inmortalizar estos fenómenos naturales o provocados por el hombre. También la escultura nos deja ejemplos, como los mostrados a continuación, donde podemos apreciar la pequeñez del ser humano ante la fuerza de la naturaleza.

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Rock Fall (1978) de Diego Latella en La Trobe University en Melbourne, Australia (izq.) y Landslide, escultura de Derick Malkemus (dcha.) en Chicago, Estados Unidos.

En la literatura también aparecen alusiones a deslizamientos de laderas o desprendimientos rocosos como en la novela “Derborence” de Charles Ferdinanz Ramuz, cuya evento real trataremos en nuestra próxima entrada. Relata la historia de un desprendimiento que tuvo lugar en un pastizal suizo de alta montaña que ocupa una de las cuencas más elevadas del macizo de Diablerets (montañas del diablo llamadas así por la superstición de los lugareños), sometido a condiciones extremas en invierno y en verano se aprovechaban los pastos para el ganado. Así como las peripecias de su protagonista (un pastor) que quedó sepultado por el desprendimiento de la ladera y consiguió salvar su vida.

La historia queda dividida en dos partes: la primera relata el desprendimiento, la fuerza de la naturaleza, y la segunda el retorno a la vida por parte del protagonista y único superviviente de esta catástrofe.

Muchas de las grandes obras literarias se han llevado al cine y con los recursos de que dispone en cuanto a efectos visuales, han generado auténticas maravillas. Tal es el caso de otras obras escritas más conocidas como por ejemplo en Juego de Tronos, Canción de hielo y nieve de G.R.R. Martin, cuando Ned Stark cruza las Montañas de la Luna, se describe lo peligrosa que es la ruta por la cantidad de desprendimientos rocosos que ocurren.

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Imagen de las Montañas de la Luna de Juego de Tronos.

En la versión cinematográfica de Peter Jackson, El Señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, observamos este fenómeno cuando La Compañía atraviesa el Paso de Caradhras y la montaña hechizada les impide pasar por el desprendimiento de rocas y nieve.

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Monte Cook, Nueva Zelanda. Escenario real en el que se rodaron la escena de Caradhras y el Paso del Cuerno Rojo.

Y es que Tolkien, que recopiló muy bien gran parte de la mitología nórdica, menciona en El Hobbit a unos gigantes de roca que pelean entre sí y en la trilogía cinematográfica del mismo nombre se incluye un apasionante pasaje donde vemos un impresionante desprendimiento que nos hace agarrarnos a nuestra butaca porque para eso es el ¡¡CINE!! para impresionarnos y dejarnos sin palabras…

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Os dejamos un enlace, porque merece la pena verlo.

También se han creado películas con el trasfondo de los deslizamientos de ladera, pero marcando siempre el aspecto humano, como es el film que describe el famoso suceso de la presa de Vajont – La diga del disonore, (2001), del que se hablará más adelante.

La animación (en este caso los dibujos animados) y el cómic, también han hecho su aportación en el tema de desprendimientos y deslizamientos rocosos. Por ejemplo no hay que olvidar la gran creación de El coyote y Correcaminos, mic mic 🙂 en el que el pobre coyote siempre acaba mal parado debido a la astucia del correcaminos. Os dejamos un video para que disfrutéis de ellos sin perder de vista los desprendimientos de piedra jeje.

En cuanto al cómic destacar la entrega Nº2 de El Mercenario: La fórmula, en el que un desprendimiento de piedras obstaculiza el paso de uno de los protagonistas.

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La música también se ha servido de los deslizamientos de tierra pero de una manera más idílica y metafórica como es el caso de la canción que os dejamos a continuación y que sirve de cierre de nuestra entrada, una preciosa balada de Stevie Nicks.

 

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